martes, 22 de febrero de 2011

La Educación artística. De 1810 a 1822.


Reseña Bibliográfica.
J.A. García Martínez
Arte y enseñanza artística en la Argentina
Fundación Banco de Boston.
1985
Pintura del Estilo Biedermeier.
El Maestro irrumpe en la sala de los alumnos, donde un gracioso perforó la tela del retrato que se encuentra en el caballete, para pasar el dedo y asustar al pequeño perro. Es de hacer notar la orgullosa figura del Maestro con el tiento en la mano. El tiento era una vara sobre la cual se apoyaba la mano para lograr una pincelada certera. Tenía un cabezal de cuero para apoyarlo sobre la tela.
La educación artística. De 1810 a 1822.
En el libro de Trostiné y en el de García Martínez aparecen en forma un poco confusa, los intentos de formar una Escuela de Dibujo, que reemplazara aquél proyecto frustrado de Manuel Belgrano. Porque contrariamente a lo que dicen y dicen y no paran de decir, Manuel Belgrano no creó la primera Escuela de Dibujo porque era
un funcionario indiano que no podía crear nada, podía suplicar, pedir por favor al Consejo de Indias, elevar un Proyecto de Reglamento graciosísimo, donde prohibía que los negros estudiaran Dibujo. Pero después se tenía que sentar a esperar cuatro anios sin enie, porque no me anda bien el maldito teclado y los buques a vela eran
lentísimos, para ir y venir, y la burocracia española era más lenta que los barcos a velas todavía, y más todavía que el maldito teclado. O sea que a Belgrano a los dos anios sin enie le dijeron simplemente que No, pero como tardaron tanto, la Escuela funcionó sin permiso de la Corte pero si del Virrey, porque la Corte entendía que era un lujo para Buenos Aires y por eso llegó el NO definitivo. Fue el incansable
Padre Castañeda, sacerdote controvertido, furioso opositor político, creador de periódicos combativos, perseguido por Rivadavia, acusado de libertino, fue ese cura el que creó una nueva Escuela en el Convento de los Recoletos, Escuela de Dibujo que en 1815 mudó al edificio del Consulado en la esquina actual de Reconquista y Rivadavia. Los Profesores y ayudantes de la Escuela frustrada de Belgrano y de la
incipiente de Castañeda son: Juan Antonio Fernández (con Belgrano), José Ledesma, Vicente Muñoz, Nuñez de Ibarra, José Guth, José Rousseau ( el que grabó el segundo retrato de Belgrano) y su protegido ex alumno Juan Pedro Aldama. Luego de esto y cuando fueron expulsados los recoletos en 1822, la Enseñanza artística pasó a la Universidad de Buenos Aires (UBA) creada por Bernardino Rivadavia, donde se creó la
Cátedra de Dibujo. Chupete García Martínez agrega en su libro el largo discurso del Padre Castañeda, en el cual vemos una mirada más inteligente que la del clero militante de la época, entiende el dibujo más allá de su aplicación religiosa, lo entiende como núcleo formativo integral. Fue por lo tanto en el actual Centro cultural Recoleta donde funcionó la primera Escuela o Academia de Dibujo recoleta y autorizada por el Consulado. Ese lugar otorgado a los Recoletos por Felipe V, donde
se levantó la exquisita Iglesia del Pilar, fue convento, alojamiento de indios cristianizados, lazareto, asilo de ancianos, Escuela de Dibujo, camposanto, hospital y finalmente refugio del Arte Muy Moderno. Pero lo importante de todo esto, son los contenidos que cada cual le quería verter a la naciente Escuela de Dibujo, Belgrano necesitaba dibujantes técnicos, agrimensores, gente que dibujara planos y por
consiguiente los supiera interpretar, dibujantes que levantaran mapas de inmensos territorios todavía desconocidos. Los curas querían formar cristeros, imagineros para las imágenes necesarias para el culto. Y debían estar bien hechas para convencer o fascinar a los infieles, a esos indios hábiles que construían violines, que burilaban grabados en cobre, pero que al haber expulsado a los Jesuitas, sus tutores, habían quedado para mano de obra barata. Cada comarca evangelizaba necesitaba una capilla de campaña, para poder consolidar el territorio cristiano y esas capillas necesitaban imagineros que las vistieran de seres fantásticos. Los políticos de la naciente República necesitaban burilistas para fabricar papel moneda propio, artistas grabadores que retrataran a los Próceres, que reemplazaban en las Salas Capitulares a los soberanos desobedecidos para siempre. Los políticos necesitaban sellos para rubricar con lacre, las nuevas Reglas, Reglamentos, Leyes, Ordenanzas, Ejecuciones, expropiaciones, necesitaban que la prensa multiplicara todo,
necesitaban cuños para producir los moldes de donde saldrían las Letras de Plomo, que llevarían allende las nuevas ideas. Los artistas hacían todo eso y más para sobrevivir, pero ellos necesitaban convencer a los demás de que el Arte era autónomo y a ellos los tenían que tomar como seres especiales, irrepetibles, verdaderos demiurgos de la tribu, a los cuales había que dejarlos producir el Arte que quisieran. Todo ello con gran libertad y en medio de grandes franquicias morales y penales. Y toda la producción artística creada en ese privilegiado nicho social debía ser idolatrada tanto o más que las imágenes de los imagineros, para luego comprarla por lo que valía: carísima. Necesitaban convencer a los demás que era preferible pintar una hermosa mujer desnuda que a los miembros del Segundo Triunvirato. Necesitaban convencer que era preferible pintar un soleado paisaje después de comer y con la botella cerca, que los miles y miles de ángeles necesarios para cubrir las bóvedas de las iglesias. Pueden parecer tontos estos objetivos o
muy prosaicos o interesados, ¿Pero qué objetivo tienen las artes visuales hoy en día? ¿Qué deben aprender a hacer los alumnos? ¿A representar el valor político, el religioso o el que se les ocurra? ¿Y si es éste último? Como saber qué enseñarles sin saber qué se les va a ocurrir hacer después en forma autónoma. ¿Por qué volvieron
las artes autónomas al Convento de los Recoletos? ¿Ya tienen dimensión sacra? ¿Ya reemplazaron a lo que creaba el imaginero?
Análisis y archivo: bb