sábado, 12 de febrero de 2011

Historia del grabado. Trostiné- Núñez de Ibarra.
























Francisco de Goya y Lucientes llamaba a las artes visuales, “las artes de la imitación”,por ese carácter aristotélico que tiene la representación relacionado con la mentira. Es necesario precisar que imitar implica interpretación, con lo cual la base de documentación objetiva, está alterada por la intervención del artista. Y en el arte imitativo, el retrato y su parecido, son la final del campeonato de las artes imitativas. Si se parece o no, o lo hacemos como conviene políticamente, o como realmente es según nos lo dice él mismo, a pesar de lo que vemos. O lo mejoramos un poco, o le disimulamos las verrugas o se las hacemos porque la verdad es lo que importa, o lo hacemos pero como era hace treinta años. Bueno, nuestro grabador correntino, el inestimable Nuñez de Ibarra, no hacía nada de eso, hay que decirlo, él no podía imitar el parecido del prócer argentino, es más, cualquiera puede imaginar un San Martín o un Rivadavia mucho mejores que los que dibujaba el correntino. Al pobre Bernardino le trajo los rulos desde atrás para taparle la pelada y su apariencia es la de un chorizo parrillero con cabeza diminuta. Al Santo de la Espada, nuestro General San Martín, lo retrata ecuestre, montado en un caballo de calesita y tanto en el equino como en el jinete, el artista vuelve a tomar partido por las cabecitas diminutas, al punto que parado el General tendría un tronco
enorme, piernas de enano y cabeza de pajarito. La Asamblea del año XIII necesitaba una imagen convocante para reemplazar a la de Fernando VII en las Salas capitulares de las provincias, donde el reemplazo no fue inmediato, es por eso que en su artículo 2 decía: “Se distribuirá un cuadro de esta clase a cada una de las capitales y ciudades subalternas del Estado que deberán colocarse solemnemente en sus respectivas salas capitulares”. Había que reemplazar la imagen del soberano por la del Santo de la Espada. En ese punto aparece el cálculo del artista correntino para sobrevivir en el medio de la revolución derivada rápidamente en caos y guerra civil. Propone y consigue del Cabildo 150 pesos por grabar al buril en chapa de cobre el retrato de San Martín y estampar 100 ejemplares mediante esa matriz. Hay por lo tanto ediciones sin numerar de grabados en cobre financiados por el Estado Nacional desde 1818. Es interesante leer los fundamentos estéticos del Síndico Procurador para pagarle los 150 pesos: “El Síndico Procurador ha tenido a la vista la Estampa que contiene el retrato de la Persona del Excelentísimo Señor Don José de San Martín. Y en ella admira su majestuosa aptitud, propiedad, viva expresión, no
menos que su exacta proporción a las delicadas reglas del dibujo, en cuya atención es de parecer que para los gastos del grabado se auxilie al suplicante con 150 pesos, o lo que fuere de superior grado”. Los grabados representando a Belgrano realizados más tarde nos muestran al Prócer con la peluca propia tapando la pelada en el grabado burilado por Núñez de Ibarra, y al mismo Belgrano con rulos estilo canelón al ser burilados por José Rousseau, a partir del primer grabado de Ibarra. La
cartela que contiene al prócer y sus decoraciones son muy hermosas y son debidas al francés, como los canelones mencionados también. El retrato de San Martín está dedicado al Cabildo y el de Belgrano a Rivadavia, el correntino no perdía oportunidad de conseguir padrinos, Belgrano lo recomendó para Las Letras de Plomo
ya reseñadas por el Pequeño Profesor.
Análisis y Archivo: BB